Los primeros ensayos de la increíble receta de Assinto tienen su origen en la Sierra Nevada de Santa Marta, en un pequeño puesto de venta donde se hacían muchos experimentos culinarios, lo llamábamos el Laboratorio.

Jacinto y su padre, Manuel, al igual que muchos Koguis, tenían la costumbre de hacer una pausa en el camino al subir o bajar del pueblo. En cada parada, se ofrecía café y agua, ya que casi siempre llegaban cargados con mucho peso.

Antonio, el hermano mayor de Jacinto, también se unía a estas visitas. Aprovechábamos la oportunidad para adquirir cacao recién secado para futuros experimentos y para compartir sueños e inspiraciones que surgían de esa poderosa semilla.

Con el tiempo, la familia de Jacinto paraba cada vez más seguido por el laboratorio. Durante estas visitas, el lugar se llenaba de sonrisas y anécdotas, convirtiéndose en un verdadero centro de intercambio cultural.

En este tiempo, todavía estábamos pensando en el nombre de la marca. Queríamos  encontrar una identidad que fuera elegante y con personalidad, algo que reflejara la riqueza de la Sierra Nevada de Santa Marta y la dedicación y pasión que se ponía en cada experimento culinario. Pensábamos llamarlo Tierra Dulce.

Descubriendo el amor infinito que los niños de todo el mundo tienen por el chocolate, cada vez les ofrecíamos probar la última versión que se tenía de la receta. Más que solo buscar sus sonrisas, este gesto tenía un propósito más profundo: mejorar continuamente la calidad del esparcible de cacao. Los niños, con su paladar sincero y curioso, se convertían en nuestros más confiables catadores. Sus reacciones inmediatas nos indicaban si estábamos en el camino correcto o si necesitábamos ajustar algo.

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